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Presuposiciones y Pretensiones del Seminario de Jesús

Summary

En esta primera parte de dos entregas se exponen y evalúan las presuposiciones y pretensiones del Seminario de Jesús. Se halla que las presuposiciones principales del (i) naturalismo científico, (ii) la primacía de los evangelios apócrifos y (iii) la necesidad de un Jesús políticamente correcto, no se justifican y desembocan en un marco o retrato distorsionado del Jesús histórico. A pesar de que el Seminario de Jesús hace una pretensión de hablar por la erudición sobre la búsqueda del Jesús histórico, se demuestra que, en efecto, es un cuerpo pequeño de críticos con la intención de una agenda cultural.*

Publicado originalmente con el título “Rediscovering the Historical Jesus: The Presuppositions and Pressumptions of the Jesus Seminar” [Redescubriendo el Jesús Histórico: Las Presuposiciones y Presunciones del Seminario de Jesús]. Faith and Mission 15 (1998): 3-15

En 1985, un erudito prominente del Nuevo Testamento llamado Robert Funk fundó un comité de expertos en el sur de California al cual llamó el “Seminario de Jesús”. El propósito ostensible del Seminario era descubrir la persona histórica de Jesús de Nazaret, utilizando los mejores métodos de la crítica científica y bíblica. En la visión de Funk, el Jesús histórico ha sido cubierto con la legenda, el mito y la metafísica cristiana, de modo que difícilmente reflejaba la figura de Cristo que presentan los Evangelios y que adora la Iglesia de hoy. El objetivo del Seminario es de remover estas capas y de recuperar al Jesús autentico que realmente vivió y enseñó.

Al hacer eso, Funk espera iniciar una revolución que traerá el fin a lo que él considera ser una era de ignorancia. Funk critica contra el establecimiento religioso por “no permitir que la inteligencia de la alta erudición pase de los pastores y sacerdotes al laicado hambriento”.[1] Él considera al Seminario de Jesús como un medio para abrirle los ojos al laicado de la figura mitológica que se les había enseñado a adorar, y para acercarlos cara a cara con el Jesús real de la historia.

El grado al cual los Evangelios han presuntamente distorsionado el Jesús histórico se hace evidente en la edición de los evangelios publicada por el Seminario de Jesús. Titulada “Los Cinco Evangelios” porque ella incluye al llamado Evangelio de Tomás junto con Mateo, Marcos, Lucas y Juan, su versión imprime en letras rojas sólo aquellas palabras de Jesús que los miembros del Seminario determinan ser auténticas, como palabras realmente dichas por Jesús. Como resultado, menos del 20% de los dichos que se atribuyen a Jesús están impresas en rojo.

El verdadero Jesús histórico resulta haber sido un tipo de itinerante, crítico social, el equivalente judío de un cínico filósofo griego. Jesús nunca afirmó ser el Hijo de Dios, o perdonar pecados, o inaugurar un nuevo pacto entre Dios y el hombre. Su crucifixión fue un accidente de la historia. Su cadáver fue probablemente arrojado en una fosa no muy profunda, donde se descompuso o fue devorado por perros salvajes.

Ahora bien, si estas conclusiones son correctas, nosotros, quienes somos cristianos en la actualidad, somos víctimas de un engaño masivo. Seguir adorando a Jesús hoy en día a la luz de estas conclusiones sería o idolatría o mitología. Sería idolatría si lo que uno adora es aquella figura meramente humana que en verdad vivió. Sería mitología si lo que uno adora es el producto de la imaginación de la Iglesia. Ahora, yo no sé de ustedes, pero yo no quiero ser ni idólatra ni “mitologizador”. Por lo tanto, es de suma importancia evaluar si las afirmaciones del Seminario de Jesús son verdaderas.

Por tanto, hoy quiero hablar acerca de las presuposiciones y pretensiones del Seminario de Jesús.

Presuposiciones del Seminario de Jesús

Hablemos primero sobre las presuposiciones. ¿Qué es una presuposición? Una presuposición es un supuesto que uno hace antes de considerar la evidencia. Las presuposiciones son cruciales porque determinan cómo uno interpreta la evidencia. Permítame dar un ejemplo. ¿Escuchó del hombre que pensaba que estaba muerto? Este hombre creía firmemente estar muerto, a pesar de ser un ser humano vivo que funcionaba normalmente. Bueno, su esposa lo convenció a que visitara al psiquiatra, quien en vano trató de convencerlo de que él en realidad estaba vivo. Finalmente, el psiquiatra dio con un plan. Él mostró reportes médicos y evidencias científicas de que los muertos no sangran. Luego de convencer plenamente al hombre de que los muertos no sangran, el psiquiatra sacó una aguja y pinchó al hombre en su dedo. Cuando éste vio la gota de sangre chorrear por su dedo, sus ojos se abrieron bien amplios. “¡Já!” Exclamó, “¡Los muertos sí sangran después de todo!”

La creencia del hombre de que estaba muerto era una presuposición que determinaba cómo interpretaba la evidencia. Él mantenía esta presuposición con tanta firmeza que llegó a distorsionar cómo él consideraba los hechos. Ahora, de la misma manera el Seminario de Jesús tiene ciertas presuposiciones que determinan cómo ellos consideran la evidencia. Afortunadamente, el Seminario de Jesús ha hecho algunas de sus presuposiciones abundantemente claras.

Naturalismo

La presuposición número uno del Seminario es el anti-sobrenaturalismo, o dicho de una forma más simple, el naturalismo. El naturalismo es la visión de que todos los acontecimientos en el mundo tienen una causa natural. No hay acontecimientos con causas sobrenaturales. En otras palabras, los milagros no pueden ocurrir.

Ahora bien, esta presuposición constituye un punto de inflexión absoluto para el estudio de los evangelios. Si uno presupone el naturalismo, entonces cosas como la encarnación, el nacimiento virginal, los milagros de Jesús y su resurrección se van por la ventana antes de que uno se pueda sentar a considerar la evidencia. Como son acontecimientos sobrenaturales, ellos no pueden ser históricos. Pero si uno, por lo menos, está abierto al sobrenaturalismo, entonces esos acontecimientos no pueden ser descartados por adelantado. Uno tiene que estar abierto a mirar honestamente la evidencia que diga que ellos ocurrieron. De hecho, si uno no presupone el naturalismo, los evangelios salen bastante bien como fuentes históricas para la vida de Jesús.

R. T. France, un erudito británico del Nuevo Testamento, ha escrito,

Al nivel de su carácter literario e histórico, tenemos buenas razones para tratar a los evangelios seriamente como fuente de información de la vida y enseñanza de Jesús […] De hecho, muchos historiadores antiguos se considerarían afortunados por tener cuatro relatos confiables [como los evangelios], escritos dentro de una generación o dos de los eventos, y preservaron esa riqueza de evidencia de manuscritos tempranos. Fuera de eso, la decisión de aceptar el registro que ofrecen es probablemente influenciada más por una apertura a una cosmovisión ‘sobrenaturalista’ que por consideraciones estrictamente históricas.[2]

En otras palabras, el escepticismo sobre los evangelios no está basado en la historia, sino en la presuposición del naturalismo.

Y, de hecho, el Seminario de Jesús es notoriamente franco en cuanto a su presuposición del naturalismo. La introducción a The Five Gospels [Los Cinco Evangelios] declara:

La controversia religiosa contemporánea se enciende en si la cosmovisión reflejada en la Biblia puede ser transportada a esta era científica y retenida como un artículo de fe […]. El Cristo del credo y dogma […] ya no puede ordenar el asentimiento de los que han visto los cielos a través del telescopio de Galileo.[3]

Pero, ¿por qué, podríamos preguntar, es imposible creer en un Cristo sobrenatural en una era científica? Después de todo, una gran cantidad de científicos son creyentes cristianos, y la física contemporánea se muestra a sí misma más que abierta a la posibilidad de realidades que están fuera del dominio de la física. ¿Qué justificación hay para el anti-sobrenaturalismo?

Aquí las cosas se ponen realmente interesantes. Según el Seminario de Jesús, el Jesús histórico por definición debe ser una figura no sobrenatural. Ellos recurren aquí a D. F. Strauss, el crítico bíblico alemán del siglo XIX. El libro de Strauss “The Life of Jesus, Critically Examined”[La Vida de Jesús, Examinada de Forma Crítica] se basó de lleno en una filosofía del naturalismo. Según Strauss, Dios no actúa directamente en el mundo; Dios actúa únicamente de forma indirecta a través de causas naturales. En cuanto a la resurrección, Strauss dice que el que Dios levantara a Jesús de entre los muertos “es irreconciliable con las ideas ilustradas sobre la relación de Dios con el mundo”.[4]

Ahora, observemos cuidadosamente lo que el Seminario de Jesús dice respecto a Strauss:

Strauss distinguía entre lo que él llamaba lo “mítico” (definido por él como cualquier cosa legendaria o sobrenatural) en los evangelios, y lo histórico […]. La elección que Strauss planteó en su valoración de los evangelios era entre el Jesús sobrenatural (el Cristo de la fe) y el Jesús histórico.[5]

Cualquier cosa que sea sobrenatural, por definición, no es histórica. No se da ningún argumento; simplemente se define de esa manera. De manera que tenemos un divorcio radical entre el Cristo de la fe (o la persona sobrenatural de Jesús) y el Jesús histórico (el real). Ahora bien, el Seminario de Jesús da un apoyo sonante a la distinción de Strauss: Ellos dicen que la distinción entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe es “el primer pilar de sabiduría de la erudición”.[6]

Pero ahora toda la búsqueda del Jesús histórico se vuelve una farsa. Si uno empieza presuponiendo el naturalismo, entonces ¡por supuesto que se terminará con un Jesús puramente natural! Este Jesús naturalista, reconstruido no está basado en la evidencia, sino en la definición. Lo asombroso es que el Seminario de Jesús no hace ningún intento de defender este naturalismo; sólo lo presupone. Pero esta presuposición está completamente injustificada. Mientras la existencia de Dios sea, al menos, posible, entonces hay que estar abiertos a la posibilidad de que Él haya actuado milagrosamente en el universo. Sólo si se tiene una prueba a favor del ateísmo, se puede estar justificado en pensar que los milagros son imposibles.

Esto plantea la pregunta muy real de si los miembros del Seminario de Jesús incluso creen que Dios existe. En un debate con John Dominic Crossan, el co-director del Seminario de Jesús, le planteé esta misma pregunta. Observemos cuidadosamente cómo responde:

Craig: Esta distinción que usted hace entre las declaraciones de fe y las declaraciones de los hechos me inquietan. Me gustaría saber, de parte de usted, ¿qué hay de la declaración de que “Dios existe”? ¿Es esa una declaración de fe o de hecho?

Crossan: Es una declaración de fe para aquellos que la hacen.

Craig: Así que en la visión suya, entonces, hablando fácticamente, no es verdadero que Dios existe.

Crossan: Esa no sería una buena manera de decirlo. Déjeme decírselo de la siguiente manera. Lo que estoy diciendo aquí es tratar de tomar la fe en serio. Entiendan que el Dr. Craig quiere equiparar la fe con hechos. Hay personas en el mundo que no creen que Dios existe. Yo entiendo eso. Yo, en particular, creo que ellos están equivocados, pero eso no lo hace nada menos que un acto de fe. Ellos están haciendo un acto de fe en algo más […]

Craig: Pero si la existencia de Dios es una declaración de fe y no de hecho, eso quiere decir que la existencia de Dios es simplemente una construcción interpretativa que una mente humana en particular—de un creyente— le asigna al universo. Pero en sí mismo el universo está sin ese ser como Dios. Es decir, esa simplemente es una interpretación que un creyente le pone. Me parece que a nivel de la realidad, independiente de la conciencia humana, su cosmovisión es realmente atea y la religión es simplemente un cuadro interpretativo que las personas individuales ponen o le asignan al mundo, pero nada de esto es factual y objetivamente verdadero [...].

Crossan: No, yo diría que lo que usted está tratando de hacer es imaginar al mundo sin nosotros. Ahora, desafortunadamente, yo no puedo hacer eso. Si usted me pidiera (lo cual acaba de hacer) que me abstraiga de la fe y piense cómo sería Dios si no existiesen los seres humanos, eso es como que me pregunten, ‘¿Estaría hastiado si no me hubieran concebido?’ Realmente no se cómo responder a esa pregunta.

Craig: ¡Claro que puede!

Crossan: ¡Un momento! Sólo conocemos a Dios de la manera que Dios nos ha revelado a Dios; eso es todo lo que podríamos llegar a conocer en cualquier religión.

Craig: Durante la era jurásica, cuando no había seres humanos, ¿existía Dios?

Crossan: Esa es una pregunta sin sentido.

Craig: Es obvio que esa no es una pregunta sin sentido. Es una pregunta factual. ¿Existía un Ser, el cual era el Creador y Sustentador del universo durante ese período de tiempo cuando no existía ningún ser humano? Me parece que en su perspectiva usted tendría que decir, ‘No.’

Crossan: Bueno, probablemente yo preferiría decir que ‘No’ porque lo que usted está haciendo es tratar de ponerse en la posición o lugar de Dios y preguntar, ‘¿Cómo es Dios aparte de la revelación? ¿Cómo es Dios aparte de la fe?’ Yo no sé si se puede hacer eso. Usted puede hacerlo, supongo yo, pero no sé si en realidad eso tenga algún objetivo.[7]

Parece bastante obvio que el Dr. Crossan ni siquiera afirmaría que realmente hay un Dios que exista fuera de la imaginación humana. Bueno, si Dios es tan solo una proyección de la conciencia humana, si en realidad no hay nadie allá afuera, entonces por supuesto es imposible que Dios haya actuado sobrenaturalmente en el mundo, como lo afirman los Evangelios. Entonces la primera presuposición del Seminario de Jesús (una presuposición que ellos no hacen el intento de justificar) es el naturalismo e inclusive quizás el ateísmo. Si se rechaza esta presuposición, toda la construcción colapsa.

Primacía de los Evangelios Apócrifos

Ahora, si el Jesús histórico no es el Jesús de los Evangelios, el Jesús sobrenatural, entonces, ¿cómo descubren los eruditos escépticos quién, en realidad, era el Jesús histórico? Bueno, eso nos lleva a la segunda presuposición que yo quisiera discutir, es decir, los críticos escépticos presuponen que la mayoría de nuestras fuentes primarias para la vida de Jesús no son los evangelios, sino los escritos fuera del Nuevo Testamento, específicamente los llamados evangelios apócrifos. Éstos son evangelios forjados bajo los nombre de los apóstoles, como el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Pedro, el Evangelio de Felipe, entre otros. Se dice que estos escritos extra bíblicos son la clave para reconstruir correctamente al Jesús histórico.

El Profesor Luke Johnson, un erudito distinguido del Nuevo Testamento de la Universidad de Emory, señala que toda la reciente avalancha de libros que afirman develar al verdadero Jesús sigue el mismo patrón predecible:

1. El libro comienza exaltando las credenciales eruditas del autor y su prodigiosa investigación.

2. El autor afirma ofrecer una interpretación nueva (y quizá incluso suprimida) de quien realmente fue Jesús.

3. Se dice que la verdad sobre Jesús se descubre por medio de fuentes que se encuentran fuera de la Biblia, las que nos permiten leer los Evangelios de una forma nueva, la cual está en desacuerdo con el sentido literal de ellos.

4. Esta nueva interpretación es provocativa y hasta excitante; por ejemplo, que Jesús se casó con María Magdalena, o que fue el líder de un culto alucinógeno, o un filósofo cínico campesino.

5. Se insinúa que las creencias cristianas tradicionales, por lo tanto, han sido socavadas y necesitan ser revisadas.[8]

Si usted escucha de libros que siguen este patrón familiar, su antena crítica debe de alzarse automáticamente. Usted está a punto de ser engañado, ya que el hecho es que no hay fuentes fuera de la Biblia que pongan en tela de juicios el marco de Jesús que pintan los evangelios.

Permítanme tomar sólo un par ejemplos de fuentes que son favoritas del Seminario de Jesús. Primero, el llamado Evangelio de Tomás. El Seminario de Jesús lo considera ser una fuente tan importante que hasta lo incluye junto con Mateo, Marcos, Lucas y Juan en su edición de Los Cinco Evangelios.

Ahora, ¿Qué es el Evangelio de Tomás? Es un escrito descubierto en Egipto poco después de la Segunda Guerra Mundial. Era parte de una colección de documentos gnósticos. El gnosticismo era una filosofía antigua del Cercano Oriente que afirmaba que el mundo físico es malo, mientras que la esfera espiritual es buena. La salvación viene a través del conocimiento secreto de la esfera espiritual, la cual libera el alma de su aprisionamiento en el mundo físico. El llamado Evangelio de Tomás está cargado de filosofía gnóstica. No hay dudas de que era parte de la literatura de un culto cristiano gnóstico, muy similar a los cultos de Nueva Era en nuestros días. Se han encontrado fragmentos antiguos en griego del Evangelio de Tomás que datan del 200 d. C., y la mayoría de los eruditos datarían la escritura del original en la segunda mitad del siglo II después de Cristo. Una evidencia de ese hecho es que el Evangelio de Tomás usa un vocabulario del segundo siglo proveniente de traducciones y armonizaciones de los cuatro evangelios.

Por lo tanto, la gran mayoría de eruditos considera hoy al Evangelio de Tomás como una fuente derivada del siglo II después de Cristo, la cual refleja la visión del gnosticismo cristiano.

Sin embargo, es increíble que los miembros del Seminario de Jesús consideran al Evangelio de Tomás como una fuente temprana y primaria sobre Jesús y la usan para revisar el retrato o cuadro de Jesús que encontramos en los evangelios. Ahora, ¿qué razones tienen ellos para fechar el Evangelio de Tomás tan temprano? Sorprendentemente, todo su enfoque a esta pregunta es un razonamiento en círculo. Procede de la siguiente manera:

1. El Evangelio de Tomás es una fuente primaria y temprana.

“¿Cómo lo sabes?”

2. Porque no se encuentran ningún dicho apocalíptico en el Evangelio de Tomás.

“¿Por qué es eso evidencia de una fecha temprana?”

3. Eso es evidencia de una fecha temprana porque Jesús no estaba involucrado en asuntos apocalípticos.

“¿Cómo sabes que no lo estaba?”

4. Porque el Evangelio de Tomás prueba que no lo estaba.

“¿Porque creer en lo que dice el Evangelio de Tomás?”

1. El Evangelio de Tomás es una fuente temprana y primaria.

Por eso Howard Clark Kee de la Universidad de Boston llama este procedimiento “¡un triunfo del razonamiento circular!”[9] El erudito británico del Nuevo Testamento, Thomas Wright, dice que eso es semejante a cuando Winnie Pooh, siguiendo sus propias huellas en la nieve alrededor de un grupo de árboles, y cada vez que ve más huellas ¡toma eso como evidencia de que aquello que busca es incluso más numeroso y más real de lo que pensaba anteriormente![10] ¡No es una sorpresa que los miembros del Seminario de Jesús no hayan podido convencer a muchos de sus colegas con argumentos como este!

Un segundo ejemplo es el llamado Evangelio de Pedro. Aunque este escrito fue condenado como espurio por los Padres de la Iglesia primitiva, el texto en sí nos era desconocido hasta que una copia fue descubierta en una tumba egipcia en 1886. Al igual que el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Pedro lleva las marcas de influencia gnóstica y utiliza un vocabulario característico del segundo siglo, de manera que de forma unánime los eruditos lo consideran como un escrito de ese siglo.

Sin embargo, John Dominic Crossan, el codirector del Seminario de Jesús, basa toda su reconstrucción de la muerte y sepultura de Jesús en su afirmación de que el Evangelio de Pedro realmente contiene la fuente primaria más antigua acerca de Jesús, y que los cuatro evangelios se basan en él. Por lo tanto, dice Crossan, los evangelios no tiene valor histórico, ya que no poseen una fuente de información sobre la muerte de Jesús aparte del relato en el Evangelio de Pedro. Aunque el propio Evangelio de Pedro describe la resurrección de Jesús, el naturalismo de Crossan no le permite creer en ese acontecimiento. Pero con los evangelios bíblicos fuera de su camino, Crossan puede afirmar que el Evangelio de Pedro sólo es legendario y que no hay testimonio que confirme la resurrección de Jesús.

Uno de los aspectos extraños del razonamiento de Crossan es que parece haber olvidado por completo al apóstol Pablo. Incluso si Crossan tuviera razón en que el Evangelio de Pedro es primario, su testimonio todavía estaría confirmado independientemente por los escritos de Pablo, quien se refiere a la sepultura de Jesús e incluso enumera a los testigos de las apariciones del Jesús resucitado. De modo que aún si el relato de la resurrección en el Evangelio de Pedro fuera fundamental para los cuatro evangelios, no hay razón histórica para negar la resurrección.

Pero el hecho es que la teoría de Crossan sobre la primacía del relato del Evangelio de Pedro es rechazada virtualmente de forma universal por los eruditos del Nuevo Testamento. El prominente erudito canadiense Ben Meyer ha llamado los argumentos de Crossan “excéntricos e improbables”.[11] Incluso Helmut Koester de la Universidad de Harvard rechaza el razonamiento de Crossan por ser “seriamente defectuoso”.[12] No hay ninguna señal de dependencia literaria de los cuatro evangelios con el relato del Evangelio de Pedro. La conclusión obvia es que el Evangelio de Pedro está basado en los cuatro evangelios y no viceversa. Thomas Wright resume declarando que la hipótesis de Crossan “no ha sido aún aceptada por ningún otro erudito serio” y la fecha y el origen sugeridos por Crossan “son puramente imaginarios”.[13]

Lo que he dicho sobre el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Pedro podría decirse también para todos los demás evangelios apócrifos. Según John Meier, un crítico estadounidense prominente del Nuevo Testamento, la idea de que los evangelios apócrifos nos ofrecen una información nueva acerca de Jesús es “en gran parte fantasía”.[14] El hecho es que estos escritos son tardíos y derivados, moldeados por la teología del segundo siglo y posterior. Lo que eso significa, en las palabras del Profesor Johnson, es que a pesar de todo el alboroto, “Los escritos del Nuevo Testamento siguen siendo nuestros mejores testigos históricos” sobre la vida de Jesús.[15]

Una Religión Políticamente Correcta

La tercera presuposición del Seminario de Jesús es que la religión, en general, y Jesús, en particular, deben ser políticamente correctos. En nuestra era de relativismo y pluralismo religioso es políticamente incorrecto afirmar que la religión de alguien es absolutamente verdadera. Todas las religiones tienen que ser formas igualmente válidas de llegar a Dios. Pero si uno insiste en ser políticamente correcto, entonces de alguna manera uno tiene que sacar a Jesús del camino. Pues sus afirmaciones radicales y personales de ser el unigénito Hijo de Dios, de ser la revelación absoluta de Dios el Padre, el único mediador entre Dios y los hombres, son francamente vergonzosas y ofensivas para la mentalidad políticamente correcta. ¡El Jesús de los evangelios no es políticamente correcto!

El deseo de tener una religión políticamente correcta y, en particular, un Jesús políticamente correcto distorsiona el juicio histórico del Seminario de Jesús. Ellos descartan como no histórico a cualquier aspecto de Jesús que ellos encuentren ser políticamente incorrecto. Por lo tanto, ellos hacen juicios históricos, no basados en la evidencia, sino basados en lo que es políticamente correcto.

En ninguna parte este proceso se hace más evidente que en la obra de Marcus Borg, uno de los miembros más célebres del Seminario. En su adolescencia, Borg perdió su fe en Dios, Cristo y la Biblia. Pero unos años después de graduarse del seminario, tuvo un número de experiencias místicas que le dieron un nuevo concepto de Dios. Él dice, “me di cuenta que Dios no se refiere a un ser sobrenatural ‘allá afuera’ […]. Más bien Dios se refiere a lo sagrado en el centro de la existencia, el misterio santo que está alrededor y dentro de nosotros”.[16] Ahora, si usted denota estas palabras de la forma apropiada, es posible que suenen muy profundas y significativas. Pero en realidad se trata de un entendimiento de Dios poco substancioso. ¿A qué se refiere Borg cuando dice, “Dios es más que todo, y sin embargo todo está en Dios?”[17]

De cualquier forma, Borg entonces interpreta a Jesús a la luz de sus propias experiencias místicas. Jesús se convierte en un místico religioso transcultural. Si imaginamos a Jesús de esta forma, dice Borg, esto “socava una creencia cristiana extendida de que Cristo es único y eso está conectado comúnmente a la noción de que el Cristianismo es exclusivamente verdadero y que ‘Jesús es el único camino’”.[18] Aquí parece bastante obvio que el deseo de Borg de tener una religión políticamente correcta determina su reconstrucción del Jesús histórico. Como señala Douglas Geivett, el rechazo de Borg del cuadro tradicional de Jesús tiene “menos que ver con la investigación histórica acerca de Jesús y más con las propias creencias de Borg acerca de Dios”.[19]

El resultado de dejar que lo políticamente correcto dicte lo que es y no es histórico es que uno termina creando un anacronismo: un Jesús políticamente correcto de finales del siglo XX que es justamente el reflejo de uno mismo. Por lo tanto, el Jesús de Borg resulta ser un liberal social, movido por una “política de compasión” a defender los derechos de las mujeres y de los pobres en contra de un establecimiento social opresivo. El ethos de compasión de Jesús, dice Borg, implica también la defensa de los derechos homosexuales y la provisión de cuidado de salud universal ahora. Es difícil estar en desacuerdo con el veredicto de Howard Kee: los miembros del Seminario de Jesús han sucumbido a la tentación de crear a Jesús a su propia imagen.[20] Ellos han mirado hacia la profundidad de un pozo de la historia y han visto sus rostros reflejados en el fondo.[21]

En resumen, las conclusiones del Seminario de Jesús se basan no tanto en la evidencia sino en las presuposiciones del naturalismo, la primacía de los evangelios apócrifos y en la religión políticamente correcta. No hay justificación para ninguna de estas presuposiciones. Rechácelas y todo el Jesús que reconstruye el Seminario colapsa en ruinas con todas ellas.

Pretensiones del Seminario de Jesús

Ahora, en este punto ustedes se podrían estar preguntando cómo puede estar la erudición del Nuevo Testamento fundamentada sobre apoyos tan endebles como esos. Bueno, de hecho no lo está. Eso me lleva a mi segundo punto principal: las pretensiones del Seminario de Jesús.

El Seminario de Jesús se presenta ante los medios como la voz representativa de la erudición del Nuevo Testamento de hoy, pasando por encima de las cabezas de los clérigos para contarles a los desprevenidos laicos (quienes han sido engañados por la Iglesia) de cómo realmente fue Jesús. Ellos alegan tener unos 200 miembros en el Seminario, quienes están supuestos a ser los representantes de un enfoque académico al Nuevo Testamento. Sólo una evidencia de esta pretensión es que han titulado su traducción de los evangelios “La Versión del Erudito”. Como si los equipos de lingüistas y expertos que produjeron traducciones tales como la Reina-Valera, Biblia de las Américas, o NVI no fueran eruditos. Ellos están muy ansiosos de presentarse como historiadores desinteresados, no teólogos. Esa es la imagen de los medios del Seminario de Jesús, un extenso cuerpo de historiadores objetivos, representativos de la erudición, que hablan la verdad imparcialmente. Esas son las pretensiones. ¿Cuál es la realidad?

Bueno, la realidad resulta ser muy diferente. La alegación de tener 200 eruditos en el Seminario es sumamente exagerado: esa figura incluye a cualquiera que, de alguna manera, estuvo involucrado en las actividades del Seminario, como el estar en la lista de correo. El número regular de participantes es de solo unos 40. Y, ¿qué hay de las credenciales académicas de los miembros? De los 74 enumerados en la publicación de Los Cinco Evangelios, sólo 14 serían figuras prominentes en el campo de los estudios del Nuevo Testamento. Más de la mitad son básicamente desconocidos que solamente han publicado dos o tres artículos. ¡Dieciocho de los miembros no han publicado nada en lo absoluto en los estudios del Nuevo Testamento! La mayoría tienen posiciones académicas relativamente comunes y corrientes, como por ejemplo enseñar en un centro superior de estudios técnicos. Según Johnson, los números, por sí, sugieren que cualquier alegación de representar a la “erudición” o la “academia” es algo absurdo.[22]

De hecho, es esta alegación del Seminario de representar el consenso de la erudición, la que realmente ha ardido (o enojado) a los eruditos del Nuevo Testamento. Y quiero enfatizar que no estoy hablando de las reacciones de los conservadores o evangélicos: me refiero al amplio espectro de los eruditos del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Howard Kee denuncia al Seminario de Jesús como “una desgracia académica”, y dice que sus conclusiones son “prejuiciosas” y “periféricas”, no es “un avance substancial en el estudio académico responsable del Jesús histórico”.[23]

Según Johnson, la verdadera agenda del Seminario de Jesús no es académica, sino social. Él declara,

La agenda del Seminario no es de una erudición desinteresada, sino de una misión social en contra de la forma en que la Iglesia está dominada por la teología evangélica, es decir, una teología enfocada en la verdad literal de los Evangelios. Es importante notar desde el principio que Robert Funk no concibe la obra del Seminario como realizando una contribución a la erudición, sino como realizando una misión cultural. Los enemigos manifiestos del Seminario no son simplemente los fundamentalistas o la Convención Bautista del Sur, sino todos quienes se suscriben a cualquier entendimiento tradicional de Jesús como Señor Resucitado e Hijo de Dios.[24]

Es esta agenda socio-cultural la que determina por adelantado las conclusiones del Seminario de Jesús. Lejos de representar el consenso de la erudición del Nuevo Testamento, el Seminario realmente representa las posturas de una minoría radical del bando izquierdo de la erudición bíblica. No es de extrañar que Jacob Neusner, uno de los teólogos judíos más prominentes de nuestro día, ha dicho que el Seminario de Jesús o es el fraude académico más grande desde el Hombre de Piltdown o bien representa la banca rota de los estudios Neo-Testamentarios.[25]

Conclusión

Afortunadamente, la corriente dominante de la erudición del Nuevo Testamento se ha estado moviendo en una dirección muy diferente a la periferia del bando izquierdo que representa el Seminario de Jesús. Ya pasaron los días en que Jesús era tratado como una figura mitológica griega o romana. Ya pasaron los días en que sus milagros eran descartados como cuentos de hadas basados en historias de héroes mitológicos. Ya pasaron los días en que su tumba vacía y sus apariciones de después de la resurrección eran descartadas como legendas o alucinaciones. Hoy hay un amplio acuerdo de que los evangelios son fuentes históricas valiosas para la vida de Jesús y que el contexto apropiado para el entendimiento de los evangelios no es la mitología, sino el judaísmo palestino. Hay un amplio acuerdo de que el Jesús histórico se puso a sí y habló en lugar de Dios, de que proclamó el advenimiento del Reino de Dios y que llevó a cabo un ministerio de obrar milagros y exorcismos como señales de ese Reino. Encuentro tremendamente gratificante ver que el movimiento de la erudición del Nuevo Testamento, en su totalidad, está en la dirección que confirma el entendimiento tradicional de Jesús como se presenta en los evangelios. En particular, mi propia investigación concerniente a la resurrección de Jesús me ha convencido más que nunca que éste fue un acontecimiento histórico, verificable con la evidencia. El cristiano puede estar confiado de que los fundamentos históricos para su fe permanecen seguros. Usted puede apostar su vida por ello.

*Todas las citas o referencias a obras corresponden a la edición en inglés.

  • [1]

    Robert Funk, “The Issue of Jesus” [El Tema de Jesús], Forum 1 (1985): 8.

  • [2]

    R. T. France, “The Gospels as Historical Sources for Jesus, the Founder of Christianity” [Los Evangelios como Fuentes Históricas para Jesús, el Fundador del Cristianismo], Truth 1 (1985): 86.

  • [3]

    R. W. Funk, R. W. Hoover, y el Seminario de Jesús, “Introduction” to The Five Gospels [Introducción a los Cinco Evangelios], (New York: Macmillan, 1993), p. 2.

  • [4]

    David Friedrich Strau?, The Life of Jesus, Critically Examined, trans. George Eliot, ed. with an Introduction by Peter C. Hodgson, Lives of Jesus Series (London: SCM Press, 1973), p. 736.

  • [5]

    Funk, et. al., “Introduction” [Introducción], p. 3.

  • [6]

    Ibid., p. 23.

  • [7]

    William Lane Craig y John Dominic Crossan, Will the Real Jesus Please Stand Up? [¿por favor, que se levante el verdadero Jesús?], ed. Paul Copan, con Respuestas por Ben Witherington III, Craig Blomberg, Marcus Borg y Robert Miller (Grand Rapids, Mich: Baker Bookhouse, pronto estará disponible).

  • [8]

    Luke Timothy Johnson, The Real Jesus [El verdadero Jesús] (San Francisco: Harper San Francisco, 1996), p. 31.

  • [9]

    Howard Clark Kee, “A Century of Quests of the Culturally Compatible Jesús”, [Un Centenario de búsquedas del Jesús compatible culturalmente], Theology Today 52 (1995): 22.

  • [10]

    N. T. Wright, “Taking the Text with Her Pleasure” [Tomando el texto con su placer], Theology 96 (1993): 307.

  • [11]

    Ben Meyer, critical notice of The Historical Jesus [nota crítica del Jesús Histórico], por John Dominic Crossan, Catholic Biblical Quarterly 55 (1993): 575.

  • [12]

    Helmut Koester, Ancient Christian Gospels [Evangelios Cristianos Antiguos] (London: SCM, 1990), p. 220.

  • [13]

    N. T. Wright, Jesus and the Victory of God [Jesús y la victoria de Dios], (Minneapolis: Fortress Press, 1996), p. 49.

  • [14]

    John P. Meier, A Marginal Jew, vol. 2: Mentor, Message and Miracles [Un judío marginal, vol. 2: Mentor, mensaje y milagros] Anchor Bible Reference Library (New York: Doubleday, 1994), p. 5.

  • [15]

    Johnson, Real Jesus [El verdadero Jesús], p. 89.

  • [16]

    Marcus Borg, Meeting Jesus Again for the First Time [Conociendo a Jesús, otra vez, por primera vez] (San Francisco: Harper San Francisco, 1994), p. 14.

  • [17]

    Ibid.

  • [18]

    Ibid., p. 37.

  • [19]

    R. Douglas Geivett, “Is Jesus the Only Way?” [¿Es Jesús el único camino?] en Jesus under Fire [Jesús bajo fuego], ed. J. P. Moreland y M. J. Wilkins (Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 1995), p. 187.

  • [20]

    Kee, “Century of Quests” [Un Centenario de búsquedas], p. 26.

  • [21]

    Una caracterización memorable de los Buscadores Antiguos por George Tyrell, Christianity at the Crossroads [El cristianismo en la encrucijada] (London: Longman, Green, & Co., 1909), p. 44.

  • [22]

    Johnson [El verdadero Jesús], pp. 45.

  • [23]

    Howard Clark Kee, Editorial: “Controversial Jesus Seminar” [El Seminario Controversial de Jesús], Los Angeles Times, 12 de marzo 1991, p. B6; idem, “Century of Quests” [Un Centenario de búsquedas], p. 28.

  • [24]

    Johnson, Real Jesus [El verdadero Jesús], p. 6.

  • [25]

    Jacob Neusner, citado por Richard N. Ostling, “Jesus Christ, Plain and Simple” [Jesucristo, simple y llanamente] Time (10 de enero, 1994), p. 39.